Siempre que tengo oportunidad de recomendarle un disco a alguien, me permito hacerlo con uno de los hermanos Herman Dune, Ahora tengo manera de hacerlo porque me enteré hace unos días que tienen un disco recién rippeado, perdón, recién editado.

Sigo viendo a Herman Dune (ahora sin diéresis) como una de las bandas con más potencial armónico dentro de ese cánon de música independiente. Olviden aquel estigma de nombrarles músicos Anti-folk, Weird-folks o lo que sea. Esas etiquetas les resultan ahora poca cosa. Éstas y todas las canciones de sus últimos 3 discos están hechas con esa estructura básica que consta de guitarras acústicas y una voz cálida (A lo Johnatan Richman) pero cabe mencionar que ahora son más notorias las trompetas gracias a ese combo de instrumentos de viento que son The John Natchez Bourbon Horn Players (Arcade Fire, Beirut). Eso sin mencionar a las Babyskins coro de chicas que hacen que todo fluya de manera más dulce, y que ya aparecían en su anterior disco Giant.

En las letras se pueden hallar tanto relatos propios de unos verdaderos paseantes del mundo, como historias que celebran de manera inteligente el efecto amoroso, contemplando de paso la naturaleza cotidiana de un modo que es contagiosa. Al menos porque a mí me hace corear y repetirlas, querer aprendérmelas y cantar como ellos -lástima que a veces vayan tan de prisa en los fraseos y mi dicción no sea para nada la adecuada. Una de las que más me ha gustado de este disco y que podría hablar por todo el Next year in Zion es el primer track My home is nowhere without you, que aparte de ser la más melosa y contagiosa, es la letra que describe mejor el sentimiento del cantate; sensación de agridulce vacío. Las demás canciones todas tienen su propio peso y muy poco de paja, son todas muy consistentes. Este disco tiene lo que mínimamente exijo que un disco y un grupo puedan tener: swing y frescura, buenas letras y buena melodía vocal… pegajosa e inteligente, casi nada. Esto hay que celebrarlo.